La moto, por sí misma, siempre ha sido un espectáculo. Desde los primeros tiempos, mantener el equilibrio sobre dos ruedas asido a un manillar, ya era una auténtica atracción para los asombrados transeúntes.
Ya en el ancestral y enigmático circo formó parte como una de sus mayores atracciones. El barril de la muerte, la jaula esférica o los rodillos sobre los que los especialistas hacían acrobacias sobre sus motos, como reclamo a la emocionante atracción del interior.
Era el más difícil todavía, mucho más que el trapecista, si éste mantenía el equilibrio sobre la cuerda floja montado en una motocicleta.
Cada vez los retos eran mayores. Como en el circo, en cada pueblo un espectáculo: atravesar aros de fuego, saltar sobre veinte autobuses…
Pero nada que ver con el Lago Salado. En el circo, el único record es sobrevivir a los tigres y leones, a la pisada de un elefante, a las fauces de un cocodrilo, a saltar sin red… o a girar en el interior de un barril con cuatro motos más sin hacerse pedazos.
Evel Knievel fue el máximo exponente en esta actividad, alcanzando las más altas cotas de riesgo y espectáculo, eso si, a la americana, como un Capitán América con su capa de estrellas brillantes haciendo acrobacias sobre su Harley Davidson… o embutido en un cohete atravesando el Gran Cañón.
En nuestro país, el Circo Mundial que siempre venía por Navidad, ofrecía el espectáculo de las motocicletas como una de sus grandes atracciones. Era impresionante ver a “Los infernales Medina”, familia de motoristas mejicanos de tradición circense, metidos en la jaula a lomos de sus 6 Honda de 175 cc., equipadas con ruedas pequeñas, cruzándose a 90 km/h. sin rozarse.
Entre los clásicos equilibristas que actuaban en nuestro país hay que recordar a Los Bordini, que se caracterizaban por su espectáculo al aire libre. Su motocicleta surcaba los cielos sobre un cable de acero fijado entre edificios y mástiles. En la fotografía que encabeza esta noticia, tomada en la primavera de 1985, se puede apreciar como surcaban la madrileña Plaza se España por los aires. Algún tiempo después, según me contaron, el cable falló… sin red.
Y es que, la motocicleta no solo es espectáculo y emoción en los tradicionales circuitos, sino también cerca de la carpa de un circo.